A veces se plantea este binomio como si fuera excluyente o incluso contradictorio.
"Estoy contigo por lo que siento, porque me siento unido a ti, por todo lo que compartimos..."
Me dirás que "!claro, como si acabases de descubrir la pólvora!"
Y efectivamente eso es lo habitual.
Pero ¿qué pasa cuando los sentimientos se nos desdibujan por dentro? Como si se vieran borrosos...
¿salimos de la relación sin más? ¿mantenemos la "farsa"?
Yo veo cada semana en el despacho parejas que pelean porque creen en su relación a pesar de no sentir nada o casi nada de lo que esperarían sentir por su pareja. Creen y quieren, con la voluntad en este caso,pero es que la voluntad, te aseguro que es capaz de resucitar a un muerto.
No se trata de asumir el secano de sentimientos como un status permanente.
No hay que meter el corazón en la despensa en ningún caso, !menos aún en la nevera!
Se trata más bien de pensar y recordar. Buscar dentro y pelear por revitalizar esos sentimientos que ahora languidecen dentro de nosotros.
¿ y por qué?
Pues porque una relación sólida debe sustentarse no sólo en el sentimiento sino también en el compromiso, y el compromiso es lo que da verdadera proyección a nuestra relación, lo que la hace flotar en las tempestades, lo que nos hace apostar por la relación, aún cuando no daríamos dos duros por ella.
Cuantas veces esa travesía en el desierto termina en oasis...
domingo, 22 de febrero de 2015
domingo, 15 de febrero de 2015
ESCAPA DE UNA RELACIÓN MEDIOCRE
No pactes con una situación en la que ninguno de los dos sois de verdad felices.
No miréis para otro lado. Buscad una solución. No os conforméis.
Cada semana veo en el despacho parejas que pelean, que sufren, que lloran…pero que no se resignan a no ser felices juntos.
Son un ejemplo para todos nosotros que hemos decidido buscar la felicidad de la mano de otra persona.
Si tenéis problemas, no los barráis debajo de la alfombra. ¡Sacudid la alfombra bien y que salte la porquería! Y juntos haced la limpieza a fondo.
La mayoría de las diferencias de una pareja se resuelven en el sofá de casa, preparando la cena juntos mientras comentamos lo que nos inquieta, dando un paseo, saliendo a tomar algo…y en esas conversaciones fluídas, densas, saldrán los problemas y las soluciones.
Eso si, si véis que no cerráis la conversación bien, si véis que os atascáis y no avanzáis o incluso retrocedéis, no lo dudes: Pedid ayuda.
Es mucho lo que está en juego: tu felicidad y la suya
domingo, 8 de febrero de 2015
!ESCAPAROS JUNTOS!
“Desde que nació Marta no hemos hecho ni una escapada. Vamos, en realidad ¡no hemos salido ni a cenar solos!
Solamente cuando hemos quedado con amigos o alguna boda...”
Esta frase y similares me las sigo encontrando y me animan hoy a escribir reivindicando algo que parece evidente pero que a veces corre peligro.
!!!LO MÁS IMPORTANTE SOIS VOSOTROS DOS!!!
No puede ser que una y otra vez la cuerda se rompa por la parte más delgada.
No puede ser que ante todo y ante todos hagamos malabares para cumplir con lo que se espera de nosotros y sin embargo no consigamos encontrar tiempo para escaparnos y desaparecer.
Si hay hijos, estos son con frecuencia la justificación número uno.
Qué paradoja! Resulta que por los hijos dejamos de hacer precisamente aquello que más les interesa y les conviene como es que sus padres se quieran y se dediquen tiempo.
Y el resto de excusas no merecen ni mención.
Casi todas son superables. Con ganas, con imaginación.
Y si ves que os faltan ganas de escaparos juntos deja de leer ahora mismo y ponte a concretar el plan ya, porque está claro que estáis en situación de emergencia y lo necesitáis antes que cualquier otra cosa.
Lo sabemos pero se nos puede olvidar: La vida de pareja requiere cuidados, mimos y atenciones, como una planta más bien delicada. Y si no los recibe se nos puede mustiar.
domingo, 1 de febrero de 2015
DOS CABEZAS DE FAMILIA
Parece que ya en pleno siglo XXI hablar de la igualdad en casa debería sobrar.
Ellos y ellas trabajan dentro y fuera de casa y se organizan como pueden o como saben.
Es verdad que el INE nos cuenta que la mujer sigue dedicando más tiempo por término medio que el hombre a las tareas domésticas y eso, a priori, indica que los hispanos tenemos un camino que recorrer a la hora de asumir tareas en casa.
Todavía se oye demasiado la frase
“no, si yo ayudo bastante”
Como si se tratara de echar una mano al vecino.
Mire usted, si va por la calle y ve un paisano a quien se le ha estropeado el coche y trata de arrancarlo empujándolo calle abajo, a él sí que puede decirle aquello de
“quiere que le ayude?”
Porque el coche es suyo y el problema de que se haya averiado también es suyo.
Pero en casa no estamos en ese contexto.
El hogar es de los dos, y por tanto la responsabilidad sobre lo que allí pasa es también de los dos.
Eso sí, sin escuadra y cartabón.
No se trata de igualar en porcentajes. Habrá que ver la disponibilidad de tiempo que tienen cada uno en casa. Sin olvidar que muchas veces si uno de los dos tiene más disponibilidad, es porque ha tomado la decisión de limitar su entrega al trabajo para poder atender más y mejor a su familia.
Y esto hay que agradecerlo y recordarlo siempre.
Ellos y ellas trabajan dentro y fuera de casa y se organizan como pueden o como saben.
Es verdad que el INE nos cuenta que la mujer sigue dedicando más tiempo por término medio que el hombre a las tareas domésticas y eso, a priori, indica que los hispanos tenemos un camino que recorrer a la hora de asumir tareas en casa.
Todavía se oye demasiado la frase
“no, si yo ayudo bastante”
Como si se tratara de echar una mano al vecino.
Mire usted, si va por la calle y ve un paisano a quien se le ha estropeado el coche y trata de arrancarlo empujándolo calle abajo, a él sí que puede decirle aquello de
“quiere que le ayude?”
Porque el coche es suyo y el problema de que se haya averiado también es suyo.
Pero en casa no estamos en ese contexto.
El hogar es de los dos, y por tanto la responsabilidad sobre lo que allí pasa es también de los dos.
Eso sí, sin escuadra y cartabón.
No se trata de igualar en porcentajes. Habrá que ver la disponibilidad de tiempo que tienen cada uno en casa. Sin olvidar que muchas veces si uno de los dos tiene más disponibilidad, es porque ha tomado la decisión de limitar su entrega al trabajo para poder atender más y mejor a su familia.
Y esto hay que agradecerlo y recordarlo siempre.
domingo, 25 de enero de 2015
CUIDA TU FIDELIDAD
Es bueno fiarse poco de uno mismo en este terreno.
Las historias de infidelidad que he conocido en el despacho tienen algún denominador común. Uno de ellos es que todo comenzó de manera más o menos inocente.
¨Empezamos a salir juntos del gimnasio y me acompañaba un rato porque coincidía el camino...¨
¨Fue en un viaje en el que las reuniones acababan tardísimo y luego nos íbamos varios a tomar algo, alguno de esos días nos quedamos solos y empezamos a hablar de cosas más personales...¨
¨la verdad es que tenemos un sentido del humor parecido y nos reíamos siempre un montón de las mismas tonterias...¨
Todas estas situaciones resultan eso, inocentes. Nada hace pensar que detrás venga un lío.
Y sin embargo, en el momento en que empezamos a sentirnos especialmente bien con alguien del otro sexo, hemos pasado la barrera.
Si tenemos un compromiso, nuestra pareja merece que estemos atentos y que no dejemos que esos sentimientos aparezcan y aniden. Y lo malo es que si no estamos atentos las cosas pueden avanzar rápido.
Decía que es bueno desconfiar de uno mismo en esto porque normalmente estamos convencidos de que controlamos, de que no hay nada que temer, que nada está en peligro, que hay que dejarse de estrecheces, que ya somos todos mayores, etc. etc.
Y lo cierto es que las situaciones siguen siendo de manual, o sea muy típicas. Que al final seguimos siendo hombres y mujeres.
Por lo que, sin miedo a parecer exagerados, es bueno ser prudentes y proteger nuestro corazón. Preservar el mundo de nuestra intimidad para él, para ella. Llevar bien las riendas de nuestros sentimientos y dirigirlos hacia la persona con la que hemos decidido compartir nuestra vida.
Las historias de infidelidad que he conocido en el despacho tienen algún denominador común. Uno de ellos es que todo comenzó de manera más o menos inocente.
¨Empezamos a salir juntos del gimnasio y me acompañaba un rato porque coincidía el camino...¨
¨Fue en un viaje en el que las reuniones acababan tardísimo y luego nos íbamos varios a tomar algo, alguno de esos días nos quedamos solos y empezamos a hablar de cosas más personales...¨
¨la verdad es que tenemos un sentido del humor parecido y nos reíamos siempre un montón de las mismas tonterias...¨
Todas estas situaciones resultan eso, inocentes. Nada hace pensar que detrás venga un lío.
Y sin embargo, en el momento en que empezamos a sentirnos especialmente bien con alguien del otro sexo, hemos pasado la barrera.
Si tenemos un compromiso, nuestra pareja merece que estemos atentos y que no dejemos que esos sentimientos aparezcan y aniden. Y lo malo es que si no estamos atentos las cosas pueden avanzar rápido.
Decía que es bueno desconfiar de uno mismo en esto porque normalmente estamos convencidos de que controlamos, de que no hay nada que temer, que nada está en peligro, que hay que dejarse de estrecheces, que ya somos todos mayores, etc. etc.
Y lo cierto es que las situaciones siguen siendo de manual, o sea muy típicas. Que al final seguimos siendo hombres y mujeres.
Por lo que, sin miedo a parecer exagerados, es bueno ser prudentes y proteger nuestro corazón. Preservar el mundo de nuestra intimidad para él, para ella. Llevar bien las riendas de nuestros sentimientos y dirigirlos hacia la persona con la que hemos decidido compartir nuestra vida.
domingo, 18 de enero de 2015
EN CASA: DE GUANTE BLANCO
Pedir permiso, dar las gracias, por favor, te importaría…estas expresiones deben ser de uso habitual en casa porque lejos de ser meras fórmulas de cortesía, expresan el profundo respeto por la persona con la que compartimos nuestra vida y con quien debemos ser especialmente delicados.
Precisamente, con frecuencia caemos en el error de pensar que no es necesario ser tan cortés en casa, que ahí es donde nos podemos relajar frente a otros entornos como el laboral o el de las relaciones sociales en los que debemos cuidar mucho más las formas.
Y sin embargo es precisamente en casa, donde vamos a pasar presumiblemente las próximas décadas de nuestra vida, donde debemos preservar al máximo un buen ambiente de cordialidad, educación y cortesía. Sin que nada de esto resulte artificioso.
“Es que voy a parecer un invitado en mi propia casa con tanta palabrería”
En primer lugar no debe ser palabrería sino expresión de respeto y atención;
Y en segundo lugar, más vale pasarse que quedarse corto. Porque la tentación siempre será la de “ir al grano” saltándose los cumplidos y buenas palabras; especialmente en situaciones de tensión.
El terreno doméstico es el más resbaladizo y donde pueden aparecer con más facilidad minas anti personas que exploten en cuanto las pisemos. Por eso es bueno andar con cierto cuidado...
Normalmente en nuestras relaciones sociales sabemos comportarnos de forma más que adecuada. Y lo mismo se puede decir del terreno laboral. A ver quien no se tiene que contener y reconducir de vez en cuando...
Y así, más posibilidades de alta tensión habrá cuanto mayor es el nivel de confianza y cuanto más personal se vuelve la conversación.
De ahí que en casa alcancemos el cenit.
Así que no tengamos miedo a resultar cursis o ceremoniosos, porque de esto nunca pecaremos por exceso, salvo caricaturas que
no serían genuinas. Y sin embargo es muy fácil dar por hecho cosas que no debemos obviar en la convivencia
domingo, 11 de enero de 2015
CON MIRADA POSITIVA
Enamorarse es entusiasmarse, sorprenderse ante lo que vale el otro, pasmarse de que alguien pueda ser así. En el enamoramiento hay fascinación, hay admiración; y por lo tanto en la relación amorosa eso debe continuar. Y si no la hay, habrá que fomentarla, no digo inventarla, pero si soplar para que aquello vuelva a arder.
Lo contrario es afincarse en el comentario rutinario que ironiza acerca de nuestra pareja. Casi en tono de broma, como algo socialmente exitoso por la gracia que puede tener…pero maldita la gracia que tiene estar al lado de alguien a quien realmente no admiras. Por lo tanto, mejor no hacer bromas ni comentarios gratuitos, sino más bien y por el contrario tratar de encontrar el antídoto a ese sentimiento.
A Lourdes se la ha caído Pepe del pedestal. Quizás es que nunca debió estar, pero lo cierto es que ella echa de menos tenerle allí alto.
“Yo me acuerdo que le veía y pensaba, ¡qué tío más guapo! Y me encantaba y me hacía gracia y estaba deseando estar con él. Pero ahora le veo y sí me sigue pareciendo guapo pero nada que ver con ese modo de mirarle..."
Ahí está la cuestión, en la mirada.
Es como con los niños. Llega Tomás, cuatro años, con los pantalones rotos por la rodilla, unos berretes tremendos en la boca y por supuesto unos pelos de loco. Ante ese panorama podemos reaccionar con mirada crítica diciéndole:
“Pero dónde vas así, con esas pintas, todo sucio. Ahora a volverte a peinar ¿no? Como si no tuviera otra cosa que hacer…y ese pantalón ¡te lo has cargado!
O bien, podemos cambiar la mirada y decirle:
“Anda ¿de dónde sales? Ya veo que te lo has pasado bien ¿eh? ¿Que? ¿has estado haciendo paradones de rodillas? ¿Y te han colado alguno o no? Seguro que no porque menudo portero estás hecho…¿Y qué has merendado? ya veo que te has puesto las botas ¿eh?”
Es el mismo niño y la misma escena pero la mirada ha cambiado.
Es una mirada indulgente frente a una mirada exigente e implacable con los errores ajenos. Una mirada que busca lo positivo frente a una mirada empeñada en ver lo que no va. Una mirada que realza los valores del otro frente a una mirada que pone la lupa de aumento en sus defectos.
Pues eso.
Lo contrario es afincarse en el comentario rutinario que ironiza acerca de nuestra pareja. Casi en tono de broma, como algo socialmente exitoso por la gracia que puede tener…pero maldita la gracia que tiene estar al lado de alguien a quien realmente no admiras. Por lo tanto, mejor no hacer bromas ni comentarios gratuitos, sino más bien y por el contrario tratar de encontrar el antídoto a ese sentimiento.
A Lourdes se la ha caído Pepe del pedestal. Quizás es que nunca debió estar, pero lo cierto es que ella echa de menos tenerle allí alto.
“Yo me acuerdo que le veía y pensaba, ¡qué tío más guapo! Y me encantaba y me hacía gracia y estaba deseando estar con él. Pero ahora le veo y sí me sigue pareciendo guapo pero nada que ver con ese modo de mirarle..."
Ahí está la cuestión, en la mirada.
Es como con los niños. Llega Tomás, cuatro años, con los pantalones rotos por la rodilla, unos berretes tremendos en la boca y por supuesto unos pelos de loco. Ante ese panorama podemos reaccionar con mirada crítica diciéndole:
“Pero dónde vas así, con esas pintas, todo sucio. Ahora a volverte a peinar ¿no? Como si no tuviera otra cosa que hacer…y ese pantalón ¡te lo has cargado!
O bien, podemos cambiar la mirada y decirle:
“Anda ¿de dónde sales? Ya veo que te lo has pasado bien ¿eh? ¿Que? ¿has estado haciendo paradones de rodillas? ¿Y te han colado alguno o no? Seguro que no porque menudo portero estás hecho…¿Y qué has merendado? ya veo que te has puesto las botas ¿eh?”
Es el mismo niño y la misma escena pero la mirada ha cambiado.
Es una mirada indulgente frente a una mirada exigente e implacable con los errores ajenos. Una mirada que busca lo positivo frente a una mirada empeñada en ver lo que no va. Una mirada que realza los valores del otro frente a una mirada que pone la lupa de aumento en sus defectos.
Pues eso.
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