Hablas con alguien que te dice que está seco por dentro. Que
no ve nada que le anime a seguir con la relación. Que los sentimientos hace tiempo
que se fueron con billete de ida. No sabes qué decir.
Es difícil ayudar a esa persona a poner emoción en algo que
ahora sólo tiene dimensión de obligación. Y sin embargo tantas veces ellos y
ellas se presentan convencidos de que “merece la pena darse una última
oportunidad”. En cierto modo puede ser para quedarse con la conciencia
tranquila pensando que –ya he hecho todo lo que estaba en mi mano-. Otras veces
es el no al fracaso lo que puede estar detrás. En otras ocasiones será la
familia, las convicciones personales, etc.
Pero creo que con frecuencia hay un sentido de justicia que
aflora en situaciones de electrocardiograma plano. Y vale la pena detenerse en
lo que puede mover a una persona en estas circunstancias:
“Al fin y al cabo nos metimos en esto porque quisimos, los
dos, totalmente convencidos. Queríamos crear un hogar juntos. Los hijos también
llegaron porque a los dos nos apetecía mucho tener una familia. Entonces, ahora
que veo que hay que desmontarlo, supongo que tendré que darle una oportunidad.
Creo que se la debo. Es de justicia. Él no quiere dejarlo y yo no le puedo negar
este último esfuerzo. Trataré de poner toda la carne en el asador. Aunque tengo
muy poca confianza en que esto salga a flote.”
Pues sí, Ana. Piensas bien al decir esto. Os lo debéis el uno
al otro.
Y a todos los que no somos Ana, nos puede servir la idea de
recordar siempre que somos dos, y que tenemos que seguirlo siendo siempre en
las cosas grandes y en las pequeñas.
Que tenemos que actuar siempre pensando en
el otro cada vez que tomemos una decisión.
No es que nos aniquilemos, es
sencillamente que pasamos nuestras decisiones, las que afectan a nuestra vida
de pareja, de familia, por el tamiz del otro.
Así mantenemos las cuatro ruedas
en paralelo y no habrá accidentes.
Muy buen blog! muchas gracias!
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